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Uno de los poemas nacidos durante la contingencia sanitaria por COVID-19 es de origen Andaluz y curiosamente de la pluma de alguien que se dedica a la vida contemplativa por convicción y no por imposición: la hermana Lucía Carmen de la Trinidad.

Su reflexión se basa en que, a pesar de las dificultades que enfrentamos, hay una buena noticia “todos están donde deben estar: en casa”.

Así como el confinamiento nos está llevando a experimentar varias cosas, es probable que, al término del encierro, como en un capullo, salgamos transformados, “¿No sentís que en este mundo algo nuevo está brotando?”

En sus palabras:

“Aconsejo cultivar un ambiente sano y no dejarnos llevar por la psicosis, los nervios o la desesperanza. Valoremos a quienes tenemos al lado y procuremos hacerles este tiempo lo más agradable que podamos”, hay que “cultivar el buen humor y aplaudir más fuerte cada atardecer”.

Por último, nos lleva a la reflexión de que “andábamos distanciados unos de otros” y ahora que la cercanía es una prohibición, “todos compartimos la añoranza y el deseo de volver a encontrarnos”.

Si sabrá la Primavera
que la estamos esperando…

Si se atreverá a cruzar
nuestros pueblos despoblados,
colgando en nuestros balcones
la magia de sus geranios.
Si dejará su sonrisa
esculpida en nuestros campos,
pintando nuestros jardines
de verde, de rojo y blanco.

Si sabrá la Primavera
que la estamos esperando…

Cuando llegue y no nos vea
ni en las calles ni en los barrios,
cuando no escuche en el parque
el paso de los ancianos,
o el bullicio siempre alegre
de los chiquillos jugando.
Si creerá que equivocó
la fecha del calendario,
la cita que desde siempre
la convoca el mes de Marzo.

Si sabrá la Primavera
que la estamos esperando…

Cuando estalle jubilosa
llenando de puntos blancos
los almendros, los ciruelos,
los jazmines, los naranjos,
y no vea que a la Virgen
la preparan para el Paso.
Que se ha guardado el incienso,
el trono, la cruz y el palio.
Y que Cristo, igual que todos,
está en su casa encerrado,
y no lo dejan salir
ni el Jueves ni el Viernes Santo…

¿Pensará la Primavera
que tal vez se ha equivocado?

¿Escuchará los lamentos
de quien se quedó en el paro,
de quien trabaja a deshoras
por ayudar a su hermano,
de aquél que expone su vida
en silencio y olvidado?
¿Escuchará cada noche
los vítores, los aplausos
que regalamos con gozo
al personal sanitario?

¿Pensará la Primavera
que tal vez se ha equivocado
y colgará sus colores
hasta la vuelta de un año?

Si sabrá la Primavera
que la estamos esperando…

Que se nos prohíbe el beso,
que está prohibido el abrazo;
el corazón, sangre y fuego,
el corazón desangrado.

Si sabrá la Primavera
que ya la estamos soñando…
Asomados al balcón
de la Esperanza, esperamos
como nunca, que ella vuelva
y nos regale el milagro
de ver florecer la vida
que hoy se nos va de las manos…

¡Bienvenida, Primavera!
Hueles a incienso y a ramos,
con tu traje de colores
y los cantos de tus pájaros.
Ven a pintar de azul-cielo
esta tierra que habitamos.

¿No sentís que en este mundo
algo nuevo está brotando?
Si será la Primavera
que está apresurando el paso.